El otro día hablábamos de la necesidad de procesar las fotografías digitales. Hoy queremos ampliar el tema con un aspecto que consideramos esencial, y es la disyuntiva entre procesado automático o artesanal, no sin un breve inciso previo: Aconsejamos enfáticamente que se dude de todo aquel que, en el plano profesional, hable de retoque, retocar, fotografías retocadas o arreglos con Photoshop. Somos muy respetuosos con todas las posturas que lo merecen, pero no con aquellas que dañan a una profesión que tanto amamos, y por ende, acaban perjudicando al cliente final. En este sentido, confundir la fotografía de boda con el diseño gráfico no es, precisamente, una garantía de excelencia.
El procesado automático
Actualmente, la mayoría de aplicaciones de edición fotográfica admiten un alto grado de automatismos, habitualmente conocidos como presets. Un ejemplo frecuente es el típico preset para pasar una foto a blanco y negro. Estas herramientas tienen la ventaja de ahorrar muchísimo tiempo cuando se procesan muchas fotografías, pero al mismo tiempo conllevan un problema grave: No hay dos fotos iguales. Si bien es cierto que disparando en ráfaga podemos obtener tomas muy similares en lo que a exposición y encuadre se refiere, por no decir idénticas, basta un leve gesto para que el alma de la escena varíe. En este escenario, parece poco esmerado aplicar las mismas correcciones a una serie de fotografías por el simple hecho de compartir parámetros de exposición.
El procesado artesanal
En el otro extremo tenemos el procesado artesanal, que requiere una visión artística más profunda. Este trabajo requiere un ejercicio de concentración previo y la dedicación de un tiempo exclusivo para cada fotografía… antes de procesarla. ¿Por qué antes de procesarla? Es sencillo. Para lograr un trabajo sublime, el fotógrafo tiene que recrear en su mente las emociones que dieron lugar a ese momento detenido en el tiempo. Sólo así podrá captar su esencia y tomar decisiones cruciales como qué encuadre es el más adecuado, si la fotografía se expresa mejor en color o en blanco y negro, si hay que atenuar luces o resaltar sombras… Y todo ello encaminado a reforzar el ambiente creativo. En FILHIN estamos comprometidos con la calidad y somos conscientes de la importancia de procesar cada fotografía individualmente, por lo que no concebimos otra manera de trabajar.
El resultado
Existe una diferencia abismal entre un reportaje procesado automáticamente y uno artesanal. La primera de ellas es el tiempo. Aunque nosotros somos muy ágiles en nuestras entregas, si sacrificáramos la calidad final, lo seríamos mucho más. La segunda diferencia es el nivel de compromiso y personalización, prácticamente inexistentes en el procesado automático. Esto permite que muchos estudios reduzcan sus precios de una forma muy cuestionable, ya que no lo hacen minimizando sus costes, sino ocultando a sus clientes una merma de calidad fundamental y totalmente irreparable.