Últimamente nos habéis dirigido diversas preguntas en relación al procesado, al número de fotografías que entregamos con las bodas y al motivo de no entregar las fotografías en bruto. Con este post intentaremos dar respuesta a estas cuestiones.
En fotografía digital, el procesado (también conocido como edición o revelado, pero que no debe confundirse con el término retoque) es tan necesario como el revelado químico del carrete. Los motivos son varios:
- En primer lugar, los sensores digitales de las cámaras profesionales no alteran la imagen captada, como sucede, en cambio, con la mayoría de cámaras compactas. En consecuencia, es necesario corregir parámetros como el contraste, el brillo o los niveles de color, sin los cuales lo habitual es obtener imágenes aparentemente más apagadas o levemente desvaídas.
- Con la fotografía argéntica, podíamos decidir, en origen, si queríamos disparar en color o en blanco y negro. Con la fotografía digital hemos ganado en flexibilidad, ya que podemos tomar esta decisión en el cuarto oscuro, pero también exige un esfuerzo mayor si se desea obtener un resultado óptimo.
- Algo similar sucede con el viñeteado, ese efecto a veces indeseable que consiste en la aparición de unos bordes negros en las esquinas de la foto. Aunque es posible reproducirlo en tiempo de exposición, resulta mucho más cómodo aplicarlo en tiempo de edición. Sin llegar a abusar del viñeteado, esta técnica proporciona dramatismo a la fotografía y permite centrar la atención del espectador.
- Por último, y no por ello menos importante, el balance de blancos. Simplificando mucho la explicación, y tomándonos algunas licencias, se podría decir que consiste en adaptar la exposición de la cámara a la temperatura de luz dominante en el entorno para evitar desviaciones de color. Siempre es recomendable ajustar este valor de manera manual, lo cual es posible en muchos campos de la fotografía. En cambio, en fotografía de boda, y concretamente en situaciones de luz cambiante (al pasar del interior de una iglesia a la calle, por ejemplo), resulta más práctico corregirlo posteriormente.
Una vez aclarado que todas las fotografías requieren un trabajo de edición, conviene decir que no todas las que se realizan pasan el nivel de calidad esperado, ya que en un reportaje social no se puede arriesgar. Este hecho, sumado a las fotografías repetidas o a las que parecían interesantes pero dejan de serlo fuera de contexto, reduce el conjunto válido. Y además, requiere un tiempo de cuidadosa selección y descarte.
De todas las fotografías que nos quedan en este punto, hay que volver a realizar una selección. Es algo similar, pero con menos solemnidad, a lo que sucede con las películas: Por una parte está el corte comercial, más sucinto y concreto, y el corte del director, que a veces acierta y otras puede llegar a cansar. En el caso de los reportajes de boda no es exactamente de esta manera, pero se aproxima bastante a la idea de limitar el mensaje a un número lo suficientemente extenso para contar una historia de amor, sin resultar pesado ni redundante.
Baste un ejemplo para resumir gran parte de lo expuesto. A continuación os vamos a mostrar una imagen en bruto y su versión procesada para que podáis apreciar la diferencia.
Como véis, el mensaje fundamental está cubierto: Encuadre, exposición y proporciones (rompiendo deliberadamente la regla de los tercios). Sin embargo, es fácil notar que falta algo para lograr que surja la chispa de emoción visual.
En este caso podéis ver la fotografía procesada de manera artesanal. Los dos efectos más llamativos son una leve desaturación para evocar nostalgia, y la aplicación del viñeteado para centrar la atención en el movimiento de la pareja. El impacto visual, como se puede ver, resulta totalmente distinto.
A partir de aquí, podéis estar de acuerdo con nuestra manera de proceder, pero al menos tenéis argumentos para valorarla. Es importante que seáis conscientes de todo lo que hay detrás del proceso de producción de un reportaje de boda porque, en la búsqueda de precios reducidos, cada estudio aplica distintos parámetros de calidad, que no siempre van a coincidir con vuestras expectativas.