El otro día estábamos charlando sobre fotografía. Fue uno de esos momentos en los que estábamos hablando con el corazón, con el pulso acelerado y la sonrisa fija. Ahí es cuando te das cuenta de que de esta profesión no nos jubilará nada ni nadie. Empezamos hablando, cómo no, de fotografía de boda, y pronto derivamos a otros lugares, a otras épocas. Nos hicimos la eterna pregunta: ¿Quiénes son tus referentes? Parecía absurdo preguntarnos algo así cuando conocemos de sobra la respuesta, pero el hecho es que hemos evolucionado muchísimo y nos preguntábamos si nuestras raíces se mantenían o si nos habíamos movido, y cuánto. Quisimos ponerlo aún más difícil y nos forzamos a limitarnos cada uno a un fotógrafo que nos haya marcado profundamente. Y aquí estamos, para haceros la confesión en forma de post.
Le tocaba empezar a Edu, así que ahí vamos.
Vaya por delante que esto de reducir todo tu bagaje, tu conocimiento, tus maestros, a uno solo, es de una crueldad extrema. Pero nadie nos ha obligado, así que me voy a dejar de quejas y lo suelto sin más. El fotógrafo que más me ha marcado, con diferencia, no es un hombre sino una mujer: Dorothea Lange. Si no la conocéis, ya estáis tardando, como mínimo, en acudir a Wikipedia para solventarlo. Y ya que la Navidad se acerca, ¿por qué no pedís como regalo un libro suyo?
De Lange me gusta la crudeza y la sencillez de su obra, que carece por completo del morbo tan manido en este ámbito de la fotografía. Con su enfoque no busca un lucimiento artístico, una perspectiva inusual o extraña. Se limita a retratar la realidad, algo que no está al alcance de cualquiera por dos motivos: falta de sensibilidad y exceso de soberbia.
A decir verdad, solo necesité una fotografía de Lange para enamorarme de su visión, y es esta, probablemente su imagen más conocida:
La mirada al vacío de esa madre que sostiene a sus tres hijos en todos los sentidos, es demoledora. Basta esa mirada para contar una historia de desarraigo y drama personal. Y se agradece que los pequeños estén a salvo de la dureza de la escena, que no de la realidad. Da igual cuántas veces vea esta imagen. Siempre, siempre se me encoge el corazón. Es esa capacidad de hacernos empatizar con las personas retratadas, ese túnel que Lange crea en el tiempo y el espacio, la mayor virtud de su fotografía.
A años luz de su enorme sensibilidad, de la potencia de su obra y de la calidez humana de sus imágenes, Dorothea Lange no solo es una de mis grandes maestras en la fotografía; es, también, un faro que me guía cuando siento que he perdido el rumbo. Sentarme un rato a contemplar sus fotografías inmensas es reconfortante y me ofrece unas bases sólidas en la parte más importante de la fotografía, que nunca ha sido la técnica sino la faceta humana.
Si te apetece charlar sobre fotografía, escríbenos. Cualquier conversación sobre este tema es siempre insuficiente.
