Yo no fotografío a novias princesas.
En alguna parte leímos o escuchamos esta frase de algún fotógrafo que parece tener muy claro lo que busca. De manera sencilla, resume algo que está profundamente imbricado en nuestro planteamiento artístico aunque no fuéramos conscientes de ello.
Aunque a muchos les pueda chirriar, toda empresa elige a sus clientes, o debe hacerlo, ya que de lo contrario estará perdida. Es un principio elemental del marketing, y se basa en el hecho de que no se puede contentar a todo el mundo.
Imaginemos a un fotógrafo ficticio que decide renunciar a todo atisbo de identidad o estilo artístico y publica, en su web, un par de imágenes de cada palo. Teniendo en cuenta que hay tantos gustos y preferencias como personas, y el tiempo que una pareja de novios le dedica a cada fotógrafo es limitado, las parejas probablemente no verán las fotografías con las que se sienten identificadas. Por eso es importante elegir un camino y seguirlo con decisión. Así, al menos, llegaremos a los clientes que realmente nos importan, con los que nos sentimos plenamente identificados.
Aquí ya hemos hablado de cómo son nuestros clientes, pero en esta ocasión vamos más allá. A nosotros tampoco nos gusta fotografiar a novias princesas. Con ello no queremos decir que las novias a las que hemos tenido el placer de fotografiar no sean femeninas, coquetas, guapas o delicadas. Lo son, y mucho, pero cada una a su manera. No son princesas porque tienen personalidad, caracteres originales y apasionantes, y sobre todo, porque son naturales. Sienten su día con pasión, ternura, nerviosismo o calma, pero lo expresan de tantas formas diferentes que únicamente las imágenes pueden describirlas.
¡Gracias por ser vosotras mismas!