Acabamos de leer el artículo que publica Anne Almasy en The Huffington Post sobre la contestación de una revista de bodas sobre sus fotos. “[…] deben dar a las novias ideas para planificar la boda perfecta“, le respondieron. Y claro, con toda la razón del mundo, esta fotógrafa de un estilo personal y directo, se ofende y reivindica algo tan sencillo como difícil de explicar:
Toda boda es perfecta.
Como explica de una manera realmente conmovedora, esto va de fotografiar a personas y emociones, de crear historias inolvidables que resistan el paso del tiempo y nos permitan recordar lo que fue:
¿Yo hice eso?
¡Sí, ahí te estaba diciendo que…!
Nunca olvidaré aquel abrazo
¡Mira lo pequeñines que estaban tus sobrinos!
No puedo evitar emocionarme cuando veo a mi abuelo
¿Alguien se atreve a puntuar esos recuerdos? ¿A insinuar siquiera que no son perfectos, al menos para las personas que los vivieron? Por suerte, esta profesión todavía nos brinda la oportunidad de ser testigos de esos días mágicos en los que, entre nervios y jaleo y saludos y despistes y ausencias, suceden hechos irrepetibles y hermosos, impregnados de un amor y un sentimiento tan profundos que nada ni nadie te los podrá arrebatar nunca de la memoria. Por ese motivo, única y exclusivamente por ese motivo, somos fotógrafos.