Como muchos ya sabéis, ayer inauguramos un nuevo espacio dedicado a nuestras historias personales. Un momento. Aquí debemos hacer una aclaración. Todas nuestras historias son personales en mayor o menor medida, ya que siempre existe una fuerte implicación personal y emocional en cada reportaje. El otro día, hablando entre nosotros, nos preguntábamos si, al cabo de veinte o treinta años, reconoceríamos a las parejas a las que hemos acompañado el día de su boda. Nos miramos sonriendo y soltamos un “sí” entre carcajadas. Es imposible pensar lo contrario.
Pero cuando hacemos la distinción entre nuestras historias inolvidables y nuestras historias personales, no es porque las primeras sean menos íntimas, sino porque se ha depositado en ellas una serie de expectativas que se deben cumplir. Uno no puede llegar a un reportaje de boda y decidir que quiere romper todas las normas ese día y dedicarse, por ejemplo, a hacer fotos de detalles con gente al fondo. En cambio, cuando uno hace algo para sí, puede relajarse y al mismo tiempo cruzar límites vedados en otras situaciones. ¿Que sale mal? No importa, se repite, y si no es posible repetirlo, se suspira con los ojos entornados y a otra cosa. No has destrozado las ilusiones de nadie. No has quebrantado tu compromiso de calidad.
Por otra parte están los consensos, especialmente en lo que se refiere al trabajo de posproducción. Posiblemente son las horas más difíciles incluso aunque el reportaje te encante, porque ya no estás tratando con personas, sino con niveles, curvas, parámetros y monitores que hay que recalibrar. Y sobre todo, hay que enfrentar (en nuestro caso) dos opiniones que no siempre coinciden y que siempre tienen muy buenos argumentos a cada lado de la contienda. La parte buena es que ambos perseguimos el mismo objetivo: que el resultado sea impecable.
Llegados a este punto, no es difícil comprender que todo el mundo necesita respirar libertad de vez en cuando, hacer lo que le plazca sin pensar en nadie más que en uno mismo y en nada más que en el placer de hacerlo. El resultado es lo de menos. Lo que importa es el trayecto. Cuando uno mira el resultado, recuerda el trayecto y vuelve a sentir el placer estético, la construcción minuciosa o casual de esas imágenes desde el disparo hasta la edición.
Esperamos que estas historias personales provoquen en vosotros sensaciones nuevas, o que evoquen emociones lejanas y profundas.