Si ya habéis visto su boda, su primera preboda y su segunda preboda, lo habréis pasado genial y entenderéis de qué va el rollo de Blanca y Manuel. O no. Porque es como ellos, impredecible. Pero siempre bueno, agradable y de los que te ponen una sonrisa de oreja a oreja. Su postboda fue un viaje de unas tres horas en el que fuimos descubriendo qué era lo que de verdad estábamos buscando todos. Y fue el momento final. Ese momento de agua, de espontaneidad, de risas y de alegría por todo lo vivido y lo que queda por vivir.
Y cómo no, un especial agradecimiento a Tere por estar pendiente de todo y hacernos la vida más fácil.